EL CAMINO DE MARÍA
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"El Camino de María"
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TEXTOS PARA HACER LECTURA ESPIRITUAL Y ORACIÓN
CON LA MADRE DEL REDENTOR
EXTRAÍDOS DE LA CATEQUESIS DE JUAN PABLO II
Proclama mi alma las grandezas del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador: porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo; su misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen. Manifestó el poder de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó de su trono a los poderosos y ensalzó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos los despidió vacíos. Protegió a Israel su siervo, recordando su misericordia, como había prometido a nuestros padres, Abrahán y su descendencia para siempre. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
LA ASUNCIÓN DE MARÍA, VERDAD DE FE
Audiencia General del miércoles 2 de julio de 1997
LA ASUNCIÓN DE MARÍA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA
Audiencia General del miércoles 9 de julio de 1997
1. En la línea de la bula Munificentissimus Deus (*) , de mi venerado predecesor Pío XII, el concilio Vaticano II afirma que la Virgen Inmaculada «terminada el curso de su vida en la tierra fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo» (Lumen Gentium, 59).
Los padres conciliares quisieron reafirmar que María, a diferencia de los demás cristianos que mueren en gracia de Dios, fue elevada a la gloria del Paraíso también con su cuerpo. Se trata de una creencia milenaria, expresada también en una larga tradición iconográfica, que representa a María cuando «entra» con su cuerpo en el cielo.
El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio.
2. El 1 de noviembre de 1950, al definir el dogma de la Asunción, Pío XII no quiso usar el término «resurrección» y tomar posición con respecto a la cuestión de la muerte de la Virgen como verdad de fe. La bula Munificentissimus Deus se limita a afirmar la elevación del cuerpo de María a la gloria celeste, declarando esa verdad «dogma divinamente revelado».
¿Cómo no notar aquí que la Asunción de la Virgen forma parte, desde siempre, de la fe del pueblo cristiano, el cual, afirmando el ingreso de María en la gloria celeste, ha querido proclamar la glorificación de su cuerpo?
El primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados «Transitus Mariae», cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II-III. Se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de fe del pueblo de Dios.
A continuación se fue desarrollando una larga reflexión con respecto al destino de María en el más allá. Esto, poco a poco, llevó a los creyentes a la fe en la elevación gloriosa de la Madre de Jesús en alma y cuerpo, y a la institución en Oriente de las fiestas litúrgicas de la Dormición y de la Asunción de María.
La fe en el destino glorioso del alma y del cuerpo de la Madre del Señor, después de su muerte, desde Oriente se difundió a Occidente con gran rapidez y a partir del siglo XIV, se generalizó. En nuestro siglo, en vísperas de la definición del dogma, constituía una verdad casi universalmente aceptada y profesada por la comunidad cristiana en todo el mundo.
3. Así, en mayo de 1946, con la encíclica Deiparae Virginis Mariae, Pío XII promovió una amplia consulta, interpelando a los obispos y, a través de ellos a los sacerdotes y al pueblo de Dios, sobre la posibilidad y la oportunidad de definir la asunción corporal de María como dogma de fe. El recuento fue ampliamente positivo: sólo seis respuestas, entre 1.181, manifestaban alguna reserva sobre el carácter revelado de esa verdad.
Citando este dato, la bula Munificentissimus Deus afirma: «El consentimiento universal del Magisterio ordinario de la Iglesia proporciona un argumento cierto y sólido para probar que la asunción corporal de la santísima Virgen María al cielo (...) es una verdad revelada por Dios y por tanto, debe ser creída firme y fielmente por todos los hijos de la Iglesia» (AAS 42 [1950], 757).
La definición del dogma, de acuerdo con la fe universal del pueblo de Dios, excluye definitivamente toda duda y exige la adhesión expresa de todos los cristianos.
Después de haber subrayado la fe actual de la Iglesia en la Asunción, la bula recuerda la base escriturística de esa verdad.
El Nuevo Testamento, aun sin afirmar explícitamente la Asunción de María, ofrece su fundamento, porque pone muy bien de relieve la unión perfecta de la santísima Virgen con el destino de Jesús. Esta unión, que se manifiesta ya desde la prodigiosa concepción del Salvador, en la participación de la Madre en la misión de su Hijo y, sobre todo en su asociación al sacrificio redentor no puede por menos de exigir una continuación después de la muerte. María, perfectamente unida a la vida y a la obra salvífica de Jesús, compartió su destino celeste en alma y cuerpo.
4. La citada bula Munificentissimus Deus, refiriéndose a la participación de la mujer del Protoevangelio en la lucha contra la serpiente y reconociendo en María a la nueva Eva, presenta la Asunción como consecuencia de la unión de María a la obra redentora de Cristo. Al respecto afirma: «Por eso, de la misma manera que la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y último trofeo de esta victoria, así la lucha de la bienaventurada Virgen, común con su Hijo, había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal» (AAS 42 [1950], 768).
La Asunción es, por consiguiente, el punto de llegada de la lucha que comprometió el amor generoso de María en la redención de la humanidad y es fruto de su participación única en la victoria de la cruz.
1. La perenne tradición de la Iglesia muestra cómo la Asunción de María forma parte del designio divino y se fundamenta en la singular participación de María en la misión de su Hijo. Ya durante el primer milenio los autores sagrados se expresaban en este sentido.
Algunos testimonios, en verdad apenas esbozados, se encuentran en san Ambrosio, san Epifanio y Timoteo de Jerusalén. San Germán de Constantinopla ( 733) pone en labios de Jesús, que se prepara para llevar a su Madre al cielo, estas palabras: «Es necesario que donde yo esté, estés también tú, madre inseparable de tu Hijo...» (Hom. 3 in Dormitionem: PG 98, 360).
Además, la misma tradición eclesial ve en la maternidad divina la razón fundamental de la Asunción.
Encontramos un indicio interesante de esta convicción en un relato apócrifo del siglo V, atribuido al pseudo Melitón. El autor imagina que Cristo pregunta a Pedro y a los Apóstoles qué destino merece María, y ellos le dan esta respuesta: «Señor, elegiste a tu esclava, para que se convierta en tu morada inmaculada (...). Por tanto, dado que, después de haber vencido a la muerte, reinas en la gloria, a tus siervos nos ha parecido justo que resucites el cuerpo de tu madre y la lleves contigo, dichosa, al cielo» (De transitu V. Mariae, 16: PG 5, 1.238). Por consiguiente, se puede afirmar que la maternidad divina, que hizo del cuerpo de María la morada inmaculada del Señor, funda su destino glorioso.
2. San Germán, en un texto lleno de poesía, sostiene que el afecto de Jesús a su Madre exige que María se vuelva a unir con su Hijo divino en el cielo: «Como un niño busca y desea la presencia de su madre, y como una madre quiere vivir en compañía de su hijo, así también era conveniente que tú, de cuyo amor materno a tu Hijo y Dios no cabe duda alguna, volvieras a él. ¿Y no era conveniente que, de cualquier modo, este Dios que sentía por ti un amor verdaderamente filial, te tomara consigo?» (Hom. 1 in Dormitionem: PG 98, 347). En otro texto, el venerable autor integra el aspecto privado de la relación entre Cristo y María con la dimensión salvífica de la maternidad, sosteniendo que: «Era necesario que la madre de la Vida compartiera la morada de la Vida» (ib.: PG 98, 348).
3. Según algunos Padres de la Iglesia, otro argumento en que se funda el privilegio de la Asunción se deduce de la participación de María en la obra de la redención. San Juan Damasceno subraya la relación entre la participación en la Pasión y el destino glorioso: «Era necesario que aquella que había visto a su Hijo en la cruz y recibido en pleno corazón la espada del dolor (...) contemplara a ese Hijo suyo sentado a la diestra del Padre» (Hom. 2: PG 96, 741). A la luz del misterio pascual, de modo particularmente claro se ve la oportunidad de que, junto con el Hijo, también la Madre fuera glorificada después de la muerte.
El concilio Vaticano II, recordando en la constitución dogmática sobre la Iglesia el misterio de la Asunción, atrae la atención hacia el privilegio de la Inmaculada Concepción: precisamente porque fue «preservada libre de toda mancha de pecado original» (Lumen gentium, 59), María no podía permanecer como los demás hombres en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del pecado original y la santidad, perfecta ya desde el primer instante de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su cuerpo.
4. Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos.
En la Asunción de la Virgen podemos ver también la voluntad divina de promover a la mujer.
Como había sucedido en el origen del género humano y de la historia de la salvación, en el proyecto de Dios el ideal escatológico no debía revelarse en una persona, sino en una pareja. Por eso, en la gloria celestial, al lado de Cristo resucitado hay una mujer resucitada, María: el nuevo Adán y la nueva Eva, primicias de la resurrección general de los cuerpos de toda la humanidad.
Ciertamente, la condición escatológica de Cristo y la de María no se han de poner en el mismo nivel. María, nueva Eva, recibió de Cristo, nuevo Adán, la plenitud de gracia y de gloria celestial, habiendo sido resucitada mediante el Espíritu Santo por el poder soberano del Hijo.
5. Estas reflexiones, aunque sean breves, nos permiten poner de relieve que la Asunción de María manifiesta la nobleza y la dignidad del cuerpo humano.
Frente a la profanación y al envilecimiento a los que la sociedad moderna somete frecuentemente, en particular, el cuerpo femenino, el misterio de la Asunción proclama el destino sobrenatural y la dignidad de todo cuerpo humano, llamado por el Señor a transformarse en instrumento de santidad y a participar en su gloria.
María entró en la gloria, porque acogió al Hijo de Dios en su seno virginal y en su corazón. Contemplándola, el cristiano aprende a descubrir el valor de su cuerpo y a custodiarlo como templo de Dios, en espera de la resurrección.
La Asunción, privilegio concedido a la Madre de Dios, representa así un inmenso valor para la vida y el destino de la humanidad.
El venerable himno a la Madre de Dios, denominado Akathistos – esto es, cantado de pie –, representa una de las más altas y célebres expresiones de piedad mariana en la tradición bizantina. Obra de arte de la literatura y de la teología, contiene en forma orante todo cuanto la Iglesia de los primeros siglos ha creído sobre María, con el consenso universal. Las fuentes que inspiran este himno son la sagrada Escritura, la doctrina definida en los Concilios ecuménicos de Nicea (325), de Éfeso (431) y de Calcedonia (451), y la reflexión de los Padres orientales de los siglos IV y V. Se celebra solemnemente en el Año litúrgico oriental, el quinto sábado de Cuaresma; el himno Akathistos se canta también en otras muchas ocasiones, y se recomienda a la piedad del clero, de los monjes y de los fieles.
¡Salve, oh Vos, por Quién resplandecerá la alegría!¡Salve, oh Vos, por Quién cesará la maldición!¡Salve, Restauración del Adán caído!¡Salve, Redención de las lágrimas de Eva!¡Salve, oh Cima inaccesible al humano entendimiento!¡Salve, oh Abismo impenetrable aún a los ojos de los mismos ángeles!¡Salve, porque sois el Trono del Rey!¡Salve, porque lleváis a Aquél que lo lleva todo!¡Salve, Estrella que anunciáis al Sol!¡Salve, Seno de la divina Encarnación!¡Salve, oh Vos, por Quién la Creación es renovada!¡Salve, oh Vos, por Quién ha tomado carne humana el Creador!¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, oh Vos, la secretamente iniciada en el designio inefable!¡Salve, oh Vos, Fe de los que oran en silencio!¡Salve, Preludio de las maravillas de Cristo!¡Salve, oh Suma de Sus dogmas!¡Salve, Escala celestial por la que Dios bajó!¡Salve, Puente que conduce a los de tierra hacia el cielo!¡Salve, oh Maravilla alabadísima por los ángeles!¡Salve, Azote en gran manera temido por los demonios!¡Salve, oh Vos, que inefablemente disteis a luz a la Luz!¡Salve, oh Vos, que a nadie habéis enseñado cómo ello fue realizado!¡Salve, oh Vos, que sobrepujáis en inteligencia a los sabios!¡Salve, oh Vos, que ilumináis el entendimiento de los fieles! ¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Sarmiento de una cepa incorruptible!¡Salve, Huerto de perenne fructificación!¡Salve, Vos que cultivasteis al amoroso Cultivador del género humano!¡Salve, Campo fértil en abundancias de misericordia!¡Salve, Ara colmada de ofrendas propiciatorias!¡Salve, puesto que florecéis transformada en prado de delicias!¡Salve, ya que preparáis puerto acogedor a las almas!¡Salve, grato Incienso de la plegaria intercesora!¡Salve, Expiación del mundo todo!¡Salve, Benevolencia de Dios para con los mortales!¡Salve, Confianza de los mortales ante Dios!¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Madre del Cordero y del Pastor!¡Salve, Redil de las místicas ovejas!¡Salve, Defensa contra los enemigos invisibles!¡Salve, Llave de las puertas del paraíso!¡Salve, Causa del común de regocijo de cielo y tierra!¡Salve, Armonía de las voces terrenas con los coros celestiales!¡Salve, Boca nunca muda de los Apóstoles!¡Salve, Valor invencible de los Mártires!¡Salve, Soporte inconmovible de la fe! ¡Salve, Señal resplandeciente de la gracia! ¡Salve, oh Vos, por Quién el Hades quedo desnudo y desierto! ¡Salve, oh Vos, por Quién hemos sido revestidos de gloria! ¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Madre del Astro sin ocaso! ¡Salve, Aurora del día místico! ¡Salve, oh Vos, que habéis apagado la fogata del error! ¡Salve, oh Vos, que ilumináis a los iniciados en la Trinidad! ¡Salve, oh Vos, que expulsáis del poder al tirano inhumano!¡Salve, oh Vos, que mostráis a Cristo el Señor, El que ama al género humano! ¡Salve, oh Vos, que nos librasteis de las supersticiones paganas! ¡Salve, oh Vos, que nos libráis de las obras del lodo y de las tinieblas! ¡Salve, oh Vos, que pusisteis fin a la adoración del fuego! ¡Salve, oh Vos, que libráis de las llamas de las pasiones!¡Salve, Guía de los fieles hacia la sabiduría! ¡Salve, Alegría de todas las generaciones! ¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Restauración del género humano!¡Salve, Ruina de los demonios!¡Salve, oh Vos, que hollasteis las imposturas del engaño!¡ Salve, oh Vos, que denunciáis la superchería de los ídolos!¡Salve, oh Mar que sumergió al Faraón espiritual!¡Salve, oh Peña de la que beben los sedientos de vida!¡Salve, Columna de fuego que guía los que se hallan en la oscuridad!¡Salve, Protección que cubre al mundo, más amplia que el manto de las nubes!¡Salve, Alimento que sustituisteis al maná!¡Salve, oh Vos que nos procuráis santas delicias!¡Salve, Tierra de promisión!¡Salve, de la que brotan leche y miel!¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Flor de incorrupción!¡Salve, Corona de la continencia!¡Salve, oh Vos, que hicisteis brillar el arquetipo de la Resurrección!¡Salve, oh Vos, Espejo de la vida angélica!¡Salve, Arbol cargado de fruto, alimento de los fieles!¡Salve, Ramaje frondoso, bajo el que se refugian las muchedumbres!¡Salve, oh Vos, que habéis llevado en el seno al Guía de los descarriados!¡Salve, oh Vos, que habéis dado a luz al Redentor de los cautivos!¡Salve, oh Súplica insistente ante al justo Juez!¡Salve, oh Perdón de muchos de los que caen!¡Salve, Túnica de confiada esperanza para los que están desnudos!¡Salve, Ternura maternal, vencedora de toda pasión!¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Lugar del Dios inmenso!¡Salve, Umbral del sagrado misterio!¡Salve, Noticia dudosa para los incrédulos!¡Salve, Gloria incontestable de los creyentes!¡Salve, Carro Santísimo de Aquél que se halla por encima de los Querubines!¡Salve, Palacio excelentísimo de Quién está por encima de los Serafines!¡Salve, oh Vos, por Quién concuerdan las cosas que eran contrarias!¡Salve, oh Vos, en Quién la virginidad y la maternidad convergen!¡Salve, oh Vos, por Quién la transgresión fue derrocada!¡Salve, oh Vos, por Quién fue abierto el paraíso!¡Salve, Llave del Reino de Cristo!¡Salve, Esperanza de los bienes eternos!¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Vaso de la sabiduría de Dios!¡Salve, Cofre de Su Providencia!¡Salve, oh Vos, que mostráis la necedad de los vanos filósofos!¡Salve, oh Vos, que dejáis sin palabras a los expertos en controversias,¡Salve, porque ante Vos acabaron como ignorantes los hábiles discutidores!¡Salve, porque ante Vos se esfumaron los creadores de fábulas!¡Salve, oh Vos, que quebrantasteis las maquinaciones de los paganos atenienses!¡Salve, oh Vos, que llenáis las redes de los Pescadores!¡Salve, oh Vos, que sacáis afuera del abismo de la ignorancia!¡Salve, oh Vos, que ilumináis el conocimiento de muchos!¡Salve, Bajel de los que quieren salvarse! ¡Salve, Puerto de los que por la vida navegan!¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Columna de la virginidad!¡Salve, Atrio de la salvación!¡Salve, Iniciadora de nuestra regeneración espiritual!¡Salve, Canal de la divina bondad!¡Salve, oh Vos, que habéis regenerado a quienes fuimos concebidos en pecado!¡Salve, oh Vos, que amonestáis a quienes tienen la mente confundida!¡Salve, oh Vos, que habéis derogado el poder del corruptor de las almas!¡Salve, oh Vos, que habéis dado a luz al Sembrador de la pureza!¡Salve, Tálamo de boda espiritual!¡Salve, Conciliadora del Señor con sus fieles!¡Salve, Preceptora de las vírgenes!¡Salve, Guiadora de los santos a las místicas bodas!¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Rayo del Sol espiritual!¡Salve, Dardo de luz inextinguible!¡Salve, Relámpago luminoso que fulgura sobre las almas!¡Salve, Trueno que asusta a los enemigos!¡Salve, oh Vos, que habéis dado el amanecer a la esplendorosa claridad de la Aurora!¡Salve, oh Vos, Símbolo de la pila bautismal!¡Salve, oh Vos, que borráis la mancha del pecado original!¡Salve, Fuente en la que se lava la conciencia!¡Salve, Pozo que derrama alegría!¡Salve, Efluvio del perfume de Cristo!¡Salve, Agape de vida mística!¡Salve, Esposa Virgen!¡Salve, Tabernáculo del Dios y Verbo!¡Salve, Santa mayor que los Santos!¡ Salve, Arca labrada en oro por el Espíritu Santo!¡Salve, inagotable Tesoro de vida!¡Salve, Diadema preciosa de los reyes piadosos!¡Salve, Gloria venerable de los sacerdotes temerosos de Dios!¡Salve, Torre inconmovible de la Iglesia!¡Salve, Baluarte inconquistable del reino!¡Salve, oh Vos, gracias a Quién se erigen los trofeos de victoria!¡Salve, oh Vos, por Quién son abatidos los enemigos!¡Salve, Medicina de mi cuerpo!¡Salve, Salvación de mi alma!¡Salve, Esposa Virgen!
CARTA ENCÍCLICA
REDEMPTORIS MATER
SOBRE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA EN LA VIDA DE LA IGLESIA PEREGRINA
JUAN PABLO II
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