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EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN 

Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios.

 Yo os prometo, Virgen Purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro Amor.

 Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el Refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327)

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Edición especial

NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA

27 de noviembre de 2012

 

TOTUS TUUS

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).

A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria
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Relato de Santa Catarina Labouré,  Sobre las apariciones de la Virgen María en París en 1830

El 27 de noviembre de 1830, era un sábado, víspera del primer domingo de Adviento, a las cinco y media de la tarde, mientras hacía la meditación en un profundo silencio, yo creí oír del lado del santuario como el ruido de un vestido de seda.

Vi a la Santa Virgen cerca del cuadro de san José, su estatura mediana y su silueta tan hermosa; es imposible describir su belleza. Estaba de pie, llevaba un vestido blanco color de la aurora. La cabeza cubierta por un velo blanco que le caía sobre las espaldas hasta los pies. Los cabellos hacia atrás con una especie de diadema bordada de encajes. Su rostro despejado y los pies sobre un globo, o mejor dicho, sobre la mitad de un globo, fue al menos lo que alcancé a ver. En las manos, a la altura de la cintura, sostenía otro globo. Los ojos elevados hacia el cielo y el rostro iluminado mientras le ofrecía el globo a Nuestro Señor.

De pronto sus dedos se llenaron de anillos de piedras preciosas muy bellas. Los rayos que ellos destellaban se reflejaban por todos lados, cubriéndola de una tal claridad que ya no veía ni sus pies ni su vestido. No sabría decir lo que sentí y lo que aprendí en tan corto tiempo. Como yo la contemplaba, la Santa Virgen bajó la mirada hacia mí y una voz me dijo en el fondo del corazón: el globo que estás viendo representa el mundo entero y particularmente Francia y también cada persona en forma especial.

Y la Santa Virgen agrega : He aquí el símbolo de las gracias que le distribuyo a las personas que me las piden ; haciéndome comprender así cuán generosa es Ella con aquellos que la invocan. En ese momento, si yo estaba o no estaba, yo no lo sé, yo gozaba!

Entonces se formó, alrededor de Ella, un cuadro oval en el que se leía, escritas en letras de oro, estas palabras: Oh, María, concebida sin pecado, ruega por nosotros que recurrimos a Vos. Oí una voz que me decía: haz tallar una medalla sobre este modelo, todas las personas que la lleven al cuello recibirán muchas gracias, serán muy abundantes para quienes lo hagan con toda confianza. Al instante el cuadro se dio vuelta y miré el reverso de la medalla, inquieta por conocer lo que había que poner de ese lado de la medalla, después de varios días de oración, durante la meditación me pareció escuchar una voz que me decía: la M y los Dos Corazones dicen ya suficiente.

25 de marzo al 25 de diciembre

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María Santísima nos asegura la victoria

Decía San Juan Damasceno: "Oh Madre de Dios, teniendo una confianza invencible en Ti, me salvaré. Perseguiré a mis enemigos teniendo por escudo tu protección y tu omnipotente auxilio". Lo mismo puede decir cada uno de nosotros que gozamos la dicha de ser los siervos de esta gran reina: Oh Madre de Dios, si espero en Ti jamás seré vencido, porque defendido por Ti perseguiré a mis enemigos, y oponiéndoles como escudo tu protección y tu auxilio omnipotente, los venceré. El monje Jacobo, doctor entre los padres griegos, hablando de María con el Señor, así le dice: "Tú, Señor mío, me has dado esta Madre como un arma potentísima para vencer infaliblemente a todos mis enemigos".

San Alfonso de Ligorio
Las Glorias de María (fragmento), p.83

 

Queridos Suscriptores de "El Camino de María"

La imagen de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, cuya fiesta celebraremos el 27 de noviembre, preside esta edición especial de El Camino de María.

Entre las medallas marianas destaca, por su extraordinaria difusión, la denominada "Medalla Milagrosa". Tuvo su origen en las apariciones de la Virgen María, en 1830, a una humilde novicia de las Hijas de la Caridad, la futura Santa Catalina Labouré. La Medalla, acuñada conforme a las indicaciones de la Santísima Virgen a la Santa, ha sido llamada "microcosmos mariano" a causa de su rico simbolismo: recuerda el misterio de la Redención, el amor del Corazón de Cristo y del Corazón doloroso de Maria, la función mediadora de la Virgen, el misterio de la Iglesia, la relación entre la tierra y el cielo, entre la vida temporal y la vida eterna.

El mensaje principal de estas apariciones ocurridas el 18 de julio y el 27 de noviembre de dicho año fue presentar al mundo una medalla en que la Virgen aparece como Inmaculada, Reina, Corredentora y Mediadora de las Gracias. La Santísima Virgen en persona presentó a Sor Catalina el modelo de esta medalla:

"Haz, haz acuñar una medalla según este modelo; todas las personas que la llevarán consigo, recibirán grandes gracias,
especialmente llevándola en el cuello; las gracias serán abundantes
para las personas que la lleven consigo con confianza".

Mirando atentamente y con devoción la Medalla descubriremos en sus dos caras (que se complementan)  el mensaje esencial del misterio de la salvación y el signo de la protección maternal de María.

ANVERSO DE LA MEDALLA:

María Inmaculada, Madre de los hombres. María, mensajera de la ternura de Dios, se muestra en pie. Viene hacia nosotros con las manos abiertas y en actitud de acogida. María es la sin pecado. Por eso aplasta la cabeza de la serpiente.

Se lee una oración "Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos". Nos da a conocer que es la Inmaculada Concepción.

REVERSO DE LA MEDALLA:

El proyecto de amor de Dios hacia los hombres. La M coronada por la Cruz: María esta íntimamente unida al misterio de la Pasión y de la Cruz de su Hijo, desde el Pesebre hasta el Calvario.

Dos corazones: el de Jesús y el de María, representan la fuerza del amor que llega hasta la entrega total. María entró plenamente en ese Misterio de Amor de nuestra redención.

Doce estrellas: Jesús estableció su Iglesia sobre el fundamento de Pedro y sus Apóstoles.

Un nuevo impulso para la difusión de la "Medalla Milagrosa" vino de San Maximiliano María Kolbe (+1941) y de los movimientos que inició o que se inspiraron en él. En 1917 adoptó la "Medalla Milagrosa" como distintivo de la Pía Unión de la Milicia de la Inmaculada, fundada por él en Roma, cuando era un joven religioso de los Hermanos Menores Conventuales.

"...La "Medalla Milagrosa", como el resto de las medallas de la Virgen y otros objetos de culto, no es un talismán ni debe conducir a una vana credulidad. La promesa de la Virgen, según la cual "los que la lleven recibirán grandes gracias", exige de los fieles una adhesión humilde y tenaz al mensaje cristiano, una oración perseverante y confiada, una conducta coherente." (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 206)

"...La Iglesia bendice estos objetos de piedad mariana, recordando que sirven para rememorar el amor de Dios y para aumentar la confianza en la Virgen María, pero advierte que los creyentes no deben olvidar que la devoción a la Madre de Jesús exige sobre todo "un testimonio coherente de vida". (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 206)

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Hemos confeccionado un libro digital titulado: LA VIRGEN MARÍA Y EL ADVIENTO, que contiene meditaciones del Beato Papa Juan Pablo II que nos ayudarán a nuestras meditaciones de los días de la Novena de la Inmaculada que comienza el 29 de noviembre. El contenido es el siguiente:

NOVENA DE LA INMACULADA

I - MARÍA MADRE DE DIOS
II - MARÍA MADRE DE LA IGLESIA
III - MARÍA REINA DE LOS APÓSTOLES
IV - MARÍA MODELO Y GUÍA DE FE
V - MARÍA MADRE DE MISERICORDIA
VI - MARÍA VIRGEN FIEL, "VIRGO FIDELIS"
VII - MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS
VIII - MARÍA REINA DEL SANTO ROSARIO
IX- MARÍA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS

SÚPLICA A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA

Se reza a las 5 de la tarde del 27 de noviembre, Fiesta de la Medalla Milagrosa, y en las necesidades urgentes, cualquier día, a esa hora.
 
Oh Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas partes estás dispuesta a escuchar las oraciones de tus hijos desterrados en este valle de lágrimas, pero sabemos también, que tienes días y horas en los que te complaces en esparcir más abundantemente los tesoros de tus gracias. Y bien, oh María, henos aquí postrados delante de Ti, justamente en este día y hora bendita, por Ti elegida para la manifestación de tu Medalla.
 
Venimos a Ti, llenos de inmensa gratitud y de ilimitada confianza en esta hora por Ti tan querida, para agradecerte el gran don que nos has hecho dándonos tu imagen, a fin que sea para nosotros testimonio de afecto y prenda de protección. Te prometemos, que según tu deseo, la Santa Medalla será el signo de tu presencia junto a nosotros, será nuestro libro en el cual aprenderemos a conocer, según tu consejo, cuánto nos has amado, y lo que debemos hacer para que no sean inútiles tantos sacrificios Tuyos y de Tu Divino Hijo. Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará siempre sobre el nuestro y lo hará palpitar al unísono con el Tuyo. Lo encenderá de amor a Jesús y lo fortificará para llevar cada día la cruz detrás de Él.
 
Ésta es tu Hora, oh María, la Hora de tu bondad inagotable, de tu misericordia triunfante, la Hora en la cual hiciste brotar, por medio de tu Medalla, aquel torrente de gracias y de prodigios que inundó la tierra.
 
Haz, oh Madre, que esta Hora que te recuerda la dulce conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos a visitar y a traernos el remedio de tantos males, haz que esta Hora sea también nuestra hora, la hora de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente nuestros votos.
 
Tú, que has prometido justamente en esta Hora afortunada, que grandes serían las gracias para quienes las pidiesen con confianza: vuelve benigna tu mirada a nuestras  súplicas.
 
Nosotros te confesamos no merecer tus gracias, pero, a quién recurriremos oh María, sino a Ti, que eres nuestra Madre, en cuyas manos Dios ha puesto todas sus gracias? Ten entonces misericordia de nosotros. Te lo pedimos por tu Inmaculada Concepción, y por el Amor que te movió a darnos tu preciosa Medalla. Oh Consoladora de los afligidos, que ya te enterneciste por nuestras miserias, mira los males que nos oprimen.
 
Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos, de la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro.
 
Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al que llora, luz y fuerza a todos. Especialmente te pedimos por la conversión de los pecadores, particularmente de aquellos que nos son más queridos. Recuerda que por ellos has sufrido, has rogado y has llorado.
 
Sálvanos, oh Refugio de los pecadores, a fin de que después de haberte amado, invocado y servido en la tierra, podamos ir a agradecerte y alabarte eternamente en el Cielo. Amén.
 
 
¡Virgen Inmaculada y bendita!
Eres la universal Dispensadora
de todas las gracias divinas,
con razón te puedo llamar
la Esperanza de todos, mi Esperanza.

Bendigo al Señor porque me muestra
el modo de alcanzar la gracia y salvarme.
Este medio eres Tú, Santa Madre de Dios.
Por los méritos de Jesús, ante todo,
me he de salvar; y después,
por tu poderosa intercesión.

Reina mía, ya que acudiste presurosa
a santificar la casa de Isabel,
visita presto la pobre casa de mi alma.
Apresúrate, pues mejor que yo sabes
lo pobre que está y los males que me agobian:
afectos desordenados, hábitos depravados,
pecados sin cuento, y mil enfermedades
capaces de causarme la muerte eterna.

Pero Tú, Tesorera de Dios,
puedes enriquecerla con todos los bienes
y curarla de toda dolencia.
Visítame durante la vida, y sobre todo,
visítame en la hora de la muerte,
cuando me será más necesaria tu ayuda.

Como indigno que soy, no pretendo
que me visites con tu presencia,
como lo has hecho con otros devotos tuyos.
Me contento con que ruegues por mí
y me visites con tu Misericordia
para ir a contemplarte en el Cielo,
para amarte con toda el alma
y agradecerte todos tus beneficios.

Ruega por mí, María,
encomiéndame a tu Hijo.
Mejor que yo conoces
mis miserias y necesidades.
¿Qué más te puedo suplicar
sino que tengas compasión de mí?
Es tan grande mi ignorancia,
que no sé pedir lo que necesito.

Dulce Reina mía, María,
pide y alcánzame de tu Hijo
las gracias más convenientes
y más necesarias para mi alma;
del todo me abandono en tus manos
pidiendo a la Divina Majestad,
que por los méritos de Jesús, mi Salvador,
me conceda las gracias que Tú le pidas.

Pide por mí, Virgen Santísima
lo que más me conviene.
Tus oraciones, siempre las escucha Dios
porque son plegarias de Madre
para con el Hijo que tanto te ama
y goza en otorgarte lo que pides
para mejor honrarte y mostrar su Amor a Ti.
En esto quedamos, Señora:
Yo vivo confiando en Ti.
Ocúpate Tu por salvarme. Amén.
 
San Alfonso María de Ligorio

ORACIÓN DEL BEATO JUAN PABLO II

 

NUESTRA SEÑORA DE LA

MEDALLA MILAGROSA 

 31 de mayo de  1980

    ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA 

 

Oh María sin pecado concebida,

ruega por nosotros que recurrimos a Vos.

Esta es la oración que tú inspiraste, oh María, a Santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la Medalla la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero.

¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El Poderoso ha hecho maravillas en Ti! ¡La maravilla de tu Maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la Cruz de nuestro Salvador!

Tu Corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevamos a pedírtelas, de que nos acerquemos a Ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.

Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe.

Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas.

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

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