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 «Entre todos los homenajes que podemos tributar a María no hay ninguno tan grato al Corazón de nuestra Madre como el implorar con frecuencia su maternal protección, rogándole que nos asista en todas nuestras necesidades particulares, como al dar o recibir un consejo, en los peligros, en las tribulaciones, en las tentaciones...

Esta buena Madre nos librará ciertamente de los peligros, con solo rezar la antífona Sub tuum praesidium (“Nos acogemos bajo tu protección, Santa Madre de Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestra necesidad, antes bien sálvanos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita“) o el Avemaría, o con solo invocar su Santo Nombre, que tiene un poder especial contra los demonios»

San Alfonso Mª de Ligorio, Las glorias de María, III, 9.


EL CAMINO DE MARÍA

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TIEMPO DE ADVIENTO - SEGUNDO DOMINGO

Edición 881 - Domingo 7 de Diciembre de 2014

 

En el 2do. Domingo de Adviento resuena con vigor la invitación a la conversión de San Juan el Bautista, un grito profético que sigue resonando a lo largo de los siglos. Lo escuchamos también en nuestra época, mientras la humanidad prosigue su camino en la historia. A los hombres del tercer milenio el Bautista nos indica el camino que es preciso recorrer. (Evangelio San Lucas 3, 1-6)

Toda la liturgia del Adviento se hace eco del Precursor, invitándonos a ir al encuentro de Cristo, que viene a salvarnos. Nos preparamos para recordar de nuevo su nacimiento, que tuvo lugar en Belén hace más de dos mil años; renovamos nuestra fe en su venida gloriosa al final de los tiempos. Al mismo tiempo, nos disponemos a reconocerlo presente en medio de nosotros, pues nos visita también en las personas y en los acontecimientos diarios.

"¡Por favor, déjense consolar por el Señor! Misericordia y ternura del Señor, esperanza, consolación, liberación y salvación"  «¡Consuelen a mi pueblo, dice su Dios!»

Con la invitación del Señor, a través del profeta Isaías (40, 1), el Papa Francisco recordó que el segundo Domingo del Adviento 2014 -tiempo que despierta en nosotros la espera del retorno de Cristo y la memoria de su venida histórica- «nos presenta un mensaje lleno de esperanza». Es un «bálsamo sobre nuestras heridas», que «habla hoy a nuestro corazón, para decirnos que Dios olvida nuestros pecados y nos consuela».

En un clima prenavideño, las palabras del Santo Padre resonaron de forma especial antes del rezo mariano dominical, con los numerosos peregrinos que acudieron a la Plaza de San Pedro, que ya luce el árbol de Navidad, aunque todavía no se terminó de adornar, y donde se está preparando el pesebre.

Francisco hizo hincapié en que «hoy hay necesidad de personas que sean testimonios de la misericordia y ternura del Señor». El mismo Señor que con la solicitud y ternura de un pastor cuida a su rebaño, lo reúne y dedica especial atención a sus ovejas más frágiles y débiles. Reiterando que «es la actitud de Dios hacia nosotros sus criaturas. Por lo tanto el profeta invita al que lo escucha –incluso a nosotros hoy– a difundir entre su pueblo este mensaje de esperanza», el Papa recordó que no podemos ser mensajeros de la consolación de Dios si no experimentamos nosotros mismos la alegría de ser consolados y amados por Él. Y ello sucede cuando escuchamos su Palabra, cuando permanecemos en silencio orante ante Él, cuando lo encontramos en la Eucaristía o en el Sacramento del Perdón.

El Papa invitó a encomendar «la espera de salvación y de paz de todos los hombres y las mujeres de nuestro tiempo» a la Virgen María, que «es el ‘camino’ que Dios mismo se ha preparado para venir al mundo».

  

 

"PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR,

ENDEREZAD SUS SENDAS"

Tiempo de Adviento . Primer Domingo.

San Juan Pablo II. Ángelus. 4 de diciembre de 1994

Queridos hermanas y hermanos
 
1.«Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Lc 3, 4). Con estas palabras, hoy, segundo Domingo de Adviento, el Evangelio nos exhorta a disponer el corazón para acoger al Señor que viene. Y la liturgia de este día nos propone como modelo de esa preparación interior la figura austera de Juan Bautista, que predica en el desierto invitando a la conversión.

Su testimonio sugiere que, para salir al encuentro del Señor es preciso crear dentro de nosotros y a nuestro alrededor espacios de desierto: ocasiones de renuncia a lo superfluo, búsqueda de lo esencial, y un clima de silencio y oración.

San Juan Bautista invita, sobre todo, a volver a Dios, huyendo con decisión del pecado, enfermedad del corazón del hombre, que le impide la alegría del encuentro con el Señor.

El tiempo de Adviento es especialmente apto para hacer experiencia del Amor divino que salva. Y es sobre todo en el Sacramento de la Reconciliación donde el cristiano puede hacer esa experiencia, redescubriendo a la luz de la palabra de Dios la verdad de su propio ser y gustando la alegría de recuperar la paz consigo mismo y con Dios.

2.Juan en el desierto anuncia la venida del Salvador. El desierto hace pensar también en muchas situaciones contemporáneas graves: la indiferencia moral y religiosa, el desprecio hacia la vida humana que nace o que se encamina a su ultima meta natural, el odio racial, la violencia, la guerra y la intolerancia, son algunas de las causas de ese desierto de injusticia, de dolor y de desesperación que avanza en nuestra sociedad.

Frente a ese escenario, el creyente, como Juan Bautista, debe ser la voz que proclama la salvación del Señor, adhiriéndose plenamente a su Evangelio y testimoniándolo visiblemente en el mundo.

3.En nuestros días, tiempo de nueva evangelización, es urgente que los padres cristianos pongan atención especial en la educación de sus hijos para ser testigos valientes del Salvador en el mundo de hoy. Convirtiéndose en los primeros catequistas de sus hijos, pueden suscitar más fácilmente en ellos un amor singular a la palabra de Dios, y adecuando diariamente su vida al Evangelio, los estimulan en las decisiones coherentes y generosas, que son propias de todo auténtico discípulo del Señor.

Oremos para que cada familia cristiana sea una pequeña iglesia misionera y una escuela de evangelizadores. Encomendemos esta misión de todos los núcleos familiares creyentes así como sus alegrías y sufrimientos, a la Virgen Inmaculada, cuya solemnidad celebraremos el jueves próximo. Que María sea nuestro ejemplo y nuestra guía, especialmente ejemplo y guía de las familias.

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