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"El Camino de
María"
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Marisa y Eduardo
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Nuestra
Señora de Guadalupe, Patrona de América
En
1531 se apareció la Virgen María al indio Juan Diego en la colina
de Tepeyac (México) y le expresó su deseo de que en el
lugar se edificara un templo. El obispo de México requirió un
signo por el que se manifestase claramente la voluntad de la Virgen.
Entonces Nuestra Señora se volvió a aparecer a Juan Diego y, sobre
una roca árida y en pleno invierno, le hizo recoger gran cantidad
de rosas frescas, que el indio colocó en un pliegue de su capa o
tilma. Al desplegar su capa ante el obispo, a la sorpresa de las
rosas fuera de estación, se agregó el hecho milagroso de aparecer
grabada en la tilma una maravillosa pintura de la Virgen, en la
misma forma como decía el indio haberla visto en la colina. Se
levantó así una pequeña capilla en Tepeyac que luego se convirtió
en la monumental basílica actual, principal centro de peregrinación
mariana de América. En 1877 Nuestra Señora de Guadalupe fue
declarada Patrona de América Española y más tarde de toda América.
Palabras de Nuestra Señora a San Juan Diego:
"No se turbe tu
corazón; no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad o
angustia. ¿No estoy yo aquí? ¿No soy tu Madre? ¿No estás bajo mi
sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?
¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa."
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Nuestra
Señora de Guadalupe
Patrona
de América
Oh
Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la
Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu
compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración
que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo
Jesús, único Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del
sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro
de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo
nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra
vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras
enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a
nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos
bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer
contigo el camino de una plena felicidad a Jesucristo en su
Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas,
te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los
fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de
humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, e intercede
para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo
de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y
religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los
misterios de Dios.
Concede a nuestros hogares la gracia de
amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con
el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen
Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras
familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la
educación de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, míranos con compasión,
enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos
a levantarnos, a volver a El, mediante la confesión de nuestras
culpas en el Sacramento de la Reconciliación, que trae sosiego
al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor
muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las
huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.
Así, Madre Santísima, con la paz de
Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de
odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la
verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espíritu Santo vive y reina por los
siglos de los siglos, Amén.
Amén.
Su Santidad Juan
Pablo II
México, enero de
1979.
La
Santísima Virgen y el Adviento
Durante el
tiempo de Adviento la Liturgia recuerda frecuentemente a la Santísima
Virgen —aparte la solemnidad del día 8 de diciembre, en
que se celebran conjuntamente la Inmaculada Concepción de María,
la preparación radical (cf. Is 11, 1.10) a la venida del
Salvador y el feliz exordio de la Iglesia sin mancha ni arruga
—, sobre todos los días feriales del 17 al 24 de diciembre y,
más concretamente, el domingo anterior a la Navidad, en que
hace resonar antiguas voces proféticas sobre la Virgen Madre y
el Mesías , y se leen episodios evangélicos relativos al
nacimiento inminente de Cristo y del Precursor .
(Pablo VI, Marialis Cultus, 4)
4. De este modo, los fieles
que viven con la Liturgia el espíritu del Adviento, al
considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al
Hijo, se sentirán animados a tomarla como modelos y a
prepararse, "vigilantes en la oración y... jubilosos en la
alabanza" , para salir al encuentro del Salvador que viene.
Queremos, además, observar cómo en la Liturgia de Adviento,
uniendo la espera mesiánica y la espera del glorioso retorno de
Cristo al admirable recuerdo de la Madre, presenta un feliz
equilibrio cultual, que puede ser tomado como norma para impedir
toda tendencia a separar, como ha ocurrido a veces en algunas
formas de piedad popular el culto a la Virgen de su necesario
punto de referencia: Cristo. Resulta así que este periodo, como
han observado los especialistas en liturgia, debe ser
considerado como un tiempo particularmente apto para el culto de
la Madre del Señor: orientación que confirmamos y deseamos ver
acogida y seguida en todas partes. (Pablo
VI, Marialis Cultus, 5)
Acordaos, ¡oh
piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno
de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro
auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos
acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso
de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios,
no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas
benigna mente. Amén.
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