Bone Pastor, panis
vere, Iesu, nostri miserere...
Buen
Pastor, Pan verdadero, o Jesús, piedad de nosotros: nútrenos y defiéndenos,
llévanos a los bienes eternos en la tierra de los vivos.
Tú que
todo lo sabes y todo lo puedes,y que nos alimentas en la tierra,
conduce a Tus hermanos
a la mesa del Cielo
en la gloria de Tus santos.
ADORO TE DEVOTE
Te adoro con devoción,
Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se
somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el
oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:
nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la
Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió
aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vio Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz
que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que Te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede
a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree Tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con Tu Sangre, de la
que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto
ansío: que al mirar Tu Rostro cara a cara, sea yo feliz viendo Tu gloria.
Amén.
(Santo Tomás de Aquino, teólogo y
cantor apasionado de Cristo Eucarístico)
Newsletter 365
EL
SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Jueves 22 de
mayo de
2008
Domingo 25 de
mayo de 2008
Soy
todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida.
Dame tu Corazón, oh María.
Soy
todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo.
Amen.
Oh Dios Padre
Misericordioso,
que por
mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la
Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo,
concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,
la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina,
de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres
de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad
a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los
momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir
al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo
Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su
intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí,
Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que
vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que
santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos
de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
LA
HORA DE LA DIVINA MISERICORDIA
"A
las tres, ruega por Mi Misericordia, en especial para los pecadores y
aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión,
especialmente en Mi Abandono en el momento de Mi Agonía. Ésta es
la Hora de la gran Misericordia para el mundo entero (...) En esta Hora
nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión"
(...)
(Diario, 1320)
25 de marzo al 25 de diciembre
|
"Yo soy el Pan vivo que ha bajado del Cielo" (Jn 6, 51).
«Mi carne es verdadera comida,
y Mi Sangre verdadera bebida; el que come Mi Carne, y bebe Mi
Sangre, en Mí mora, y Yo en él.» (Jn 6, 56-57)
"El que come este Pan
vivirá para siempre" (Jn 6, 58).
SALVE, CUERPO
VERDADERO, NACIDO DE MARÍA VIRGEN
Salve, Cuerpo verdadero,
nacido de María Virgen;
Que has padecido, has sido inmolado en la Cruz por el
hombre;
Haz que podamos recibirte en la hora de la muerte,
antes de presentarnos ante el Juicio de Dios.
Salve, Cuerpo
verdadero, nacido de María Virgen. ("Ave
verum Corpus natum / ex Maria Virgine...")
Mientras hoy, aquí
en esta plaza de San Pedro, queremos manifestar el
particular culto hacia la Eucaristía, hacia el Santísimo
Cuerpo de Cristo, nuestros pensamientos se dirigen a Aquella
de quien el Hijo de Dios, tomó este Cuerpo: a la
Virgen, cuyo nombre es María. Especialmente, mientras nos
encontramos aquí para rezar, como todos los Domingos, el
Angelus, la oración que tres veces al día nos recuerda
el misterio de la Encarnación: "Verbum caro factum est,
et habitavit in nobis" (El Verbo se hizo carne, y habitó
entre nosotros).
Saludamos, pues,
con veneración y honor a ese Cuerpo del Verbo Eterno y a
Aquella que, como Madre, dio el Cuerpo al Verbo Eterno. Este
Cuerpo es el Sacramento de la redención del hombre y del
mundo
Que has
padecido, has sido inmolado en la Cruz por el hombre.
("Vere passum,
immolatum / in cruce pro homine")
Este Cuerpo
martirizado hasta la muerte en la Cruz, juntamente con la
Sangre derramada en señal de la Nueva y Eterna Alianza, se
ha convertido en el Sacramento más grande de la Iglesia, al
que hoy deseamos tributar particular adoración, demostrar
particular amor y gratitud. Efectivamente, este Cuerpo es
verdaderamente la comida, así como la Sangre es
verdaderamente la bebida de nuestras almas, bajo las
especies del pan y del vino. Restaura las fuerzas interiores
del hombre y fortalece en el camino hacia las vías de la
eternidad. Ya aquí en la tierra nos permite pregustar esa
unión con Dios en la verdad y en el amor, a la que nos llama
el Padre, en Cristo, su Hijo.
Haz que
podamos recibirte en la hora de la muerte, antes de
presentarnos ante el Juicio de Dios. ("esto
nobis praegustatum / mortis in examine").
Que todos nosotros
podamos recibirte Cuerpo de Dios, en la última hora de
nuestra vida terrena, antes de comparecer en la presencia de
Dios.
|
Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"
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El próximo jueves
22 de
mayo la
Iglesia celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y
Sangre del Señor, aunque en algunos países se
celebrará el próximo Domingo 25 de mayo. La fiesta, extendida en 1269 por el
Papa Urbano IV a toda la Iglesia latina, por una parte
constituyó una respuesta de fe y de culto a doctrinas
heréticas acerca del misterio de la presencia real de
Cristo en la Eucaristía, por otra parte fue la
culminación de un movimiento de ardiente devoción
hacia el augusto Sacramento del altar.
La piedad popular favoreció el proceso que instituyó
la fiesta del Corpus Christi; a su vez,
esta fue causa y motivo de la aparición de nuevas
formas de piedad eucarística en el pueblo de Dios.
Esta festividad es una ocasión propicia para que
podamos profundizar en nuestra fe y en nuestro
amor hacia la Eucaristía.
Según tradiciones
locales consolidadas, la Solemnidad del Corpus
Christi comprende dos momentos: la Santa Misa,
en la que se realiza la ofrenda del Sacrificio, y la
procesión, que manifiesta públicamente la adoración al
Santísimo Sacramento. La
procesión es la "forma tipo" de
las procesiones eucarísticas porque prolonga la celebración
de la Eucaristía. En efecto, inmediatamente después de la
Santa Misa,
la Hostia que ha sido consagrada se
conduce fuera de la Iglesia para que el Pueblo de Dios dé un testimonio público de fe y de
veneración al Santísimo Sacramento.
"...La fiesta del
Corpus Christi se caracteriza de modo
particular por la tradición de llevar el Santísimo
Sacramento en procesión, un gesto denso de
significado. Al llevar la Eucaristía por las calles y
las plazas, queremos introducir el Pan bajado del
Cielo en nuestra vida diaria; queremos que Jesús
camine por donde caminamos nosotros, que viva donde
vivimos nosotros. Nuestro mundo, nuestra existencia
debe transformarse en su templo. En este día la
comunidad cristiana proclama que la Eucaristía es todo
para ella, es su vida misma, la fuente del amor que
vence la muerte. De la comunión con Cristo
Eucaristía brota la caridad que transforma nuestra
existencia y sostiene el camino de todos nosotros
hacia la patria celestial. Por eso la liturgia nos
invita a cantar: "Buen Pastor, Pan verdadero (...).
Tú que todo lo sabes y todo lo puedes, y que nos
alimentas en la tierra, conduce a Tus hermanos a la
mesa del Cielo, en la gloria de Tus santos"..."
(Benedicto
XVI. Ángelus 18 de junio de 2006).
¯¯¯
En la
Solemnidad del Corpus Christi del año 2008, el
Santo Padre Benedicto XVI celebró la Santa Misa en
la explanada de la Basílica de San Juan de Letrán
y posteriormente presidió la procesión eucarística
hasta la basílica de Santa María la Mayor.
En la
homilía, el Papa habló del significado de esa
Solemnidad a través de los tres gestos
fundamentales de la celebración.. El primero es la
reunión "alrededor del altar del Señor para
estar juntos en su presencia"; en segundo lugar, la
procesión, "caminar con el Señor", y por
último, "arrodillarse ante el Señor, la
adoración".
El
siguiente es el texto completo de su Homilía.
¡Queridos
hermanos y hermanas!
"Tras el tiempo
fuerte del año litúrgico, que centrándose en la Pascua
se extiende durante tres meses --primero los cuarenta
días de la Cuaresma, después los cincuenta días del
Tiempo Pascual--, la liturgia nos permite celebrar
tres fiestas que tienen un carácter "sintético": la
Santísima Trinidad, el Corpus Christi, y por último el
Sagrado Corazón de Jesús.
¿Cuál es el
significado de la Solemnidad de hoy, del Cuerpo y la
Sangre de Cristo? Nos los explica la misma celebración
que estamos realizando, con el desarrollo de sus
gestos fundamentales: ante todo, nos hemos reunido
alrededor del Señor para
estar juntos en su presencia; en segundo lugar,
tendrá lugar la procesión, es decir,
caminar con el Señor; por último, vendrá
el arrodillarse ante el Señor, la adoración que
comienza ya en la Misa y acompaña toda la procesión,
pero que culmina en el momento final de la bendición
eucarística, cuando todos nos postraremos ante Aquél
que se ha agachado hasta nosotros y ha dado la Vida
por nosotros.
Analicemos
brevemente estas tres actitudes para que sean
realmente expresión de nuestra fe y de nuestra vida.
Reunirse en la
presencia del Señor
El primer acto es el
de
reunirse en la presencia del Señor. Es lo que
antiguamente se llamaba "statio".
Imaginemos por un momento que en toda Roma sólo
existiera este altar, y que se invitara a todos los
cristianos de la ciudad a reunirse aquí, para celebrar
al Salvador, muerto y resucitado. Esto nos permite
hacernos una idea de cuáles fueron los orígenes de la
celebración eucarística, en Roma y en otras muchas
ciudades, a las que llegaba el mensaje evangélico: en
cada Iglesia particular había un solo obispo y, a su
alrededor, alrededor de la Eucaristía celebrada por
él, se constituía la comunidad, única, pues uno era el
Cáliz bendecido y uno era el Pan partido, como hemos
escuchado en las palabras del apóstol Pablo en la
segunda lectura (Cf.
1 Corintios 10,16-17).
Pasa por la mente
otra famosa expresión de Pablo: "ya no hay judío ni
griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya
que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gálatas
3, 28). "¡Todos vosotros sois uno!". En estas palabras
se percibe la verdad y la fuerza de la revolución
cristiana, la revolución más profunda de la historia
humana, que se experimenta precisamente alrededor de
la Eucaristía: aquí se reúnen en la presencia del
Señor personas de diferentes edades, sexo, condición
social, ideas políticas. La Eucaristía no puede ser
nunca un hecho privado, reservado a personas escogidas
según afinidades o amistad. La Eucaristía es un culto
público, que no tiene nada de esotérico, de exclusivo.
En esta tarde, no hemos decidido con quién queríamos
reunirnos, hemos venido y nos encontramos unos junto a
otros, reunidos por la fe y llamados a convertirnos en
un único cuerpo, compartiendo el único Pan que es
Cristo. Estamos unidos más allá de nuestras
diferencias de nacionalidad, de profesión, de clase
social, de ideas políticas: nos abrimos los unos a los
otros para convertirnos en una sola cosa a partir de
Él. Esta ha sido desde los inicios la característica
del cristianismo, realizada visiblemente alrededor de
la Eucaristía, y es necesario velar siempre para que
las tentaciones del particularismo, aunque sea de
buena fe, no vayan en el sentido opuesto. Por tanto,
el Corpus Christi nos recuerda ante todo esto: ser
cristianos quiere decir reunirse desde todas las
partes para estar en la presencia del único Señor y
ser uno en Él y con Él.
Caminar con el Señor
El segundo aspecto
constitutivo es
caminar con el Señor. Es la realidad manifestada
por la procesión, que viviremos juntos tras la Santa
Misa, como una prolongación natural de la misma,
avanzando tras Aquél que es el Camino. Con el don de
Sí mismo en la Eucaristía, el Señor Jesús nos libera
de nuestras "parálisis", nos vuelve a levantar y nos
hace "pro-ceder", nos hace dar un paso adelante, y
luego otro, y de este modo nos pone en camino, con la
fuerza de este Pan de la vida. Como le sucedió al
profeta Elías, que se había refugiado en el desierto
por miedo de sus enemigos, y había decidido dejarse
morir (Cf.
1 Reyes 19,1-4). Pero Dios le despertó y le puso a
su lado una torta recién cocida: "Levántate y come -le
dijo--, porque el camino es demasiado largo para ti" (1
Reyes 19, 5.7). La procesión del Corpus Christi
nos enseña que la Eucaristía nos quiere liberar de
todo abatimiento y desconsuelo, quiere volver a
levantarnos para que podamos retomar el camino con la
fuerza que Dios nos da a través de Jesucristo. Es la
experiencia del pueblo de Israel en el éxodo de
Egipto, la larga peregrinación a través del desierto,
de la que nos ha hablado la primera lectura. Una
experiencia que para Israel es constitutiva, pero que
para toda la humanidad resulta ejemplar. De hecho, la
expresión "no sólo de pan vive el hombre, sino que el
hombre vive de todo lo que sale de la boca del Señor"
(Deuteronomio
8,3) es una afirmación universal, que se refiere a
cada hombre en cuanto hombre. Cada uno puede encontrar
su propio camino, si encuentra a Aquél que es Palabra
y Pan de vida y se deja guiar por su amigable
presencia. Sin el Dios-con-nosotros, el Dios cercano,
¿cómo podemos afrontar la peregrinación de la
existencia, ya sea individualmente ya sea como
sociedad y familia de los pueblos?
La Eucaristía es el
sacramento del Dios que no nos deja solos en el
camino, sino que se pone a nuestro lado y nos indica
la dirección. De hecho, ¡no es suficiente avanzar, es
necesario ver hacia dónde se va! No basta el
"progreso", sino no hay criterios de referencia. Es
más, se sale del camino, se corre el riesgo de caer en
un precipicio, o de alejarse de la meta. Dios nos ha
creado libres, pero no nos ha dejado solos: se ha
hecho Él mismo "camino" y ha venido a caminar junto a
nosotros para que nuestra libertad tenga el criterio
para discernir el camino justo y recorrerlo.
Arrodillarse en
adoración ante el Señor
Al llegar a este
momento no es posible de dejar de pensar en el inicio
del "decálogo", los diez mandamientos, en donde está
escrito: "Yo, el Señor, soy tu Dios, que te he sacado
del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No
habrá para ti otros dioses delante de Mí" (Éxodo 20,
2-3). Encontramos aquí el tercer elemento constitutivo
del Corpus Christi:
arrodillarse en adoración ante el Señor. Adorar al
Dios de Jesucristo, que se hizo pan partido por Amor,
es el remedio más válido y radical contra las
idolatrías de ayer y hoy. Arrodillarse ante la
Eucaristía es una profesión de libertad: quien se
inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante
ningún poder terreno, por más fuerte que sea.
Nosotros, los cristianos, sólo nos arrodillamos ante
el Santísimo Sacramento, porque en Él sabemos y
creemos que está presente el único Dios verdadero, que
ha creado el mundo y lo ha amado hasta el punto de
entregar a su unigénito Hijo (Cf. Juan 3, 16).
Nos postramos ante
un Dios que se ha abajado en primer lugar hacia el
hombre, como el Buen Samaritano, para socorrerle y
volverle a dar la vida, y se ha arrodillado ante
nosotros para lavar nuestros pies sucios. Adorar el
Cuerpo de Cristo quiere decir creer que allí, en ese
pedazo de pan, se encuentra realmente Cristo, quien da
verdaderamente sentido a la vida, al inmenso universo
y a la más pequeña criatura, a toda la historia humana
y a la más breve existencia. La adoración es oración
que prolonga la celebración y la comunión eucarística,
en la que el alma sigue alimentándose: se alimenta de
amor, de verdad, de paz; se alimenta de esperanza,
pues Aquél ante el que nos postramos no nos juzga, no
nos aplasta, sino que nos libera y nos transforma.
Por este motivo,
reunirnos, caminar, adorar, nos llena de alegría. Al
hacer nuestra la actitud de adoración de María, a
quien recordamos particularmente en este mes de mayo,
rezamos por nosotros y por todos; rezamos por cada
persona que vive en esta ciudad para que pueda
conocerte a Ti, Padre, y a Aquél que Tú has enviado,
Jesucristo. Y de este modo tener la vida en
abundancia. Amén." (Benedicto
XVI. Homilía . Santa Misa. Corpus Christi. 22
de mayo de 2008).
El
próximo 30 de mayo (viernes siguiente al 2do. Domingo después de Pentecostés)
celebraremos junto con toda la Iglesia la
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Por ello hemos redactado y diseñado un e-Curso con
textos extraídos de la extensa Catequesis del Siervo
de Dios el Papa Juan Pablo II que lleva por título
SAGRADO CORAZÓN: SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO.
Este e-Curso gratuito contiene los textos
catequéticos sobre cada una de las
Letanías al Sagrado Corazón de Jesús
que
serán enviadas diariamente a la dirección de
correo electrónico de quienes deseen inscribirse a
través de de la siguiente dirección:
"...El mes de junio está dedicado, de modo
especial, a la veneración del Corazón divino. No
sólo un día, la fiesta litúrgica que, de
ordinario, cae en junio, sino todos los días.
Con esto se vincula la devota práctica de rezar o
cantar diariamente las
Letanías al Sacratísimo Corazón de Jesús...."
(Ángelus, 27 de
junio de 1982).
Oh Dios
Eterno, en quien la Misericordia es infinita y el tesoro de compasión
inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu
Misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos
desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos
sometamos a Tu Santa Voluntad, que es el Amor y la Misericordia mismos. Amén.
(Santa
Faustina, Diario, 950)
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