EL CAMINO DE MARÍA

Edición 1333 -14/15 de septiembre de 2020

"Toda situación de sufrimiento es también una situación pascual"


"Mis queridos hermanos y hermanas: Junto a vosotros está siempre Santa María, como estuvo al pie de la Cruz de Jesús. Acudid a Ella exponiéndole vuestros dolores. La mano y la mirada maternales de la Virgen os aliviará y consolará, como sólo Ella sabe hacerlo. Cuando recéis el Santo Rosario, poned especial acento en aquella invocación de la letanía: "Salud de los enfermos, ruega por nosotros". "

(San Juan Pablo II .Conclusión del Discurso a los enfermos. Catedral de Córdoba (Argentina) . 8 de abril de 1987).


Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

El próximo 14 y 15 de septiembre la Iglesia nos presenta dos celebraciones litúrgicas que nos invitan a realizar una peregrinación espiritual hasta el Calvario:  la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y la Memoria de la  Virgen de los Dolores. Ambas nos invitan a unirnos a la Virgen María en la contemplación del misterio de la Santa Cruz, porque toda situación de sufrimiento es también una situación pascual.

El 14 de septiembre del año 628, el emperador Heraclio rescató la Santa Cruz de manos de los Persas, que se la habían robado de Jerusalén. La Santa Cruz (para evitar nuevos robos) fue partida en varios pedazos. Uno fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén. Otro se partió en pequeñísimas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero, que se llamaron "Veracruz" (Verdadera Cruz).


 
La Memoria de la Virgen de los Dolores nos recuerda los dolores que sufrió la Madre de Jesús, sobre todo el día de la Pasión y Muerte de su Hijo, dolores que fueron profetizados por el anciano Simeón, cuando en el templo de Jerusalén dijo a María que una espada le traspasaría el corazón.
 
La piedad popular ha representado a la Virgen Dolorosa con un corazón traspasado por siete espadas que simbolizan otros tantos dolores de María (hasta hace pocos años, esta conmemoración se denominaba "Los siete dolores de la Virgen María").  El tema de los dolores de la Madre de Jesús ha sido, en el correr de los siglos, fuente de inspiración para el arte cristiano. Pinturas y esculturas, poesías y cánticos tienen como motivo los dolores de la Virgen. Entre ellos sobresale la antífona "Stabat Mater", que ha inspirado a grandes maestros de la música.
 
 
 
 
El Papa Francisco explicó, en la homilía de la Santa Misa matutina celebrada en Casa Santa Marta el jueves 12 de septiembre de 2013,  que para ser buen cristiano y hacer aquello que Jesús pide se debe contemplar la Pasión de Cristo e imitar el comportamiento de la Virgen María:
 
“Necesitamos hoy de la dulzura de la Madre de Dios, para entender estas cosas que Jesús nos pide. Amad a los enemigos; haced el bien; dad sin esperar nada a cambio; a quien te pega en una mejilla, ofrece también la otra; a quien te arrebata el manto, no le niegues también la túnica... Son cosas fuertes, ¿no? Pero todo esto, a su modo, lo ha vivido la Madre de Dios: es la gracia de la mansedumbre, la gracia de la humildad”.

“Pensar sólo en Jesús. Si nuestro corazón, si nuestra mente está con Jesús, el triunfador, aquel que ha vencido a la muerte, al pecado, al demonio, a todo, podremos lograr lo que nos pide el mismo Jesús y el apóstol Pablo: la humildad, la bondad, la ternura, la mansedumbre, la magnanimidad. Si no miramos a Jesús, si no estamos con Jesús, no podremos lograrlo. Es una Gracia: es la Gracia que procede de la contemplación de Jesús”.

“Pensar en su silencio humilde: este será tu esfuerzo. Él hará el resto. El hará todo lo que falta. Pero hay que hacer eso: identificar tu vida en Dios con Cristo. Esto se hace con la contemplación de la humanidad de Jesús, de la humanidad que sufre. No existe otro camino: no existe. Es el único. Para ser buenos cristianos: contemplar la humanidad de Jesús y la humanidad que sufre. Para dar testimonio, para poder dar este testimonio: aquello. Para perdonar: contempla a Jesús que sufre. Para no odiar al prójimo: contempla a Jesús que sufre. Para no murmurar contra el prójimo: contempla a Jesús que sufre. Es el único camino. Identificar tu vida con la de Cristo en Dios: Este es el consejo para ser humildes, mansos y buenos, magnánimos, tiernos”.
 
 
 
Taddeo Gaddi: El Árbol de la Cruz o Lignum Vitae. Basílica de Santa Croce. Florencia
 

La historia de Dios y la historia del hombre se entrecruzan en el Árbol de la Cruz. Una historia esencialmente de amor. Un misterio inmenso, que por nosotros solos no podemos comprender. ¿Cómo “probar esa miel de áloe, esa dulzura amarga del sacrificio de Jesús”? El Papa Francisco indicó el modo en la mañana del sábado 14 de septiembre de 2013, Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, durante la Misa que celebró en la capilla de Santa Marta.

Comentando las lecturas del día, tomadas de la carta a los Filipenses (2, 6-11) y del Evangelio de Juan (3, 13-17), el Santo Padre dijo que es posible comprender “un poquito” el misterio de la Cruz “de rodillas, en la oración”, pero también "con las lágrimas”. Es más, son precisamente las lágrimas las que “nos acercan a este misterio”. En efecto, “sin llorar”, sobre todo “sin llorar en el corazón, jamás entenderemos este misterio”. Es el “llanto del arrepentido, el llanto del hermano y de la hermana que mira tantas miserias humanas y las mira también en Jesús, de rodillas y llorando”. Y, sobre todo, evidenció el Papa, “¡jamás solos!”. Para entrar en este misterio que “no es un laberinto, pero se le parece un poco”, tenemos siempre “necesidad de la Madre, de la mano de la mamá”. Que María -añadió- “nos haga sentir cuán grande y cuán humilde es este misterio, cuán dulce como la miel y cuán amargo como el áloe”.

Los padres de la Iglesia, como recordó el Papa, “comparaban siempre el árbol del Paraíso con el del pecado. El árbol que da el fruto de la ciencia, del bien, del mal, del conocimiento, con el Árbol de la Cruz”. El primer árbol “había hecho mucho mal”, mientras que el Árbol de la Cruz “nos lleva a la salvación, a la salud, perdona aquel mal”. Este es “el itinerario de la historia del hombre”. Un camino que permite “encontrar a Jesucristo Redentor, que da su vida por amor”. Un amor que se manifiesta en la economía de la salvación, como recordó el Santo Padre, según las palabras del evangelista Juan. Dios -dijo el Papa- “no envió al Hijo al mundo para condenar el mundo, sino para que el mundo sea salvado por medio de Él”. ¿Y cómo lo salvó? “Con este Árbol de la Cruz”.

A partir del otro árbol comenzaron “la autosuficiencia, el orgullo y la soberbia de querer conocer todo según nuestra mentalidad, según nuestros criterios, también según la presunción de ser y llegar a ser los únicos jueces del mundo”. Esta -prosiguió- “es la historia del hombre”. En el Árbol de la Cruz, en cambio, está la historia de Dios, quien “quiso asumir nuestra historia y caminar con nosotros”. Es justamente en la primera lectura que el apóstol Pablo “resume en pocas palabras toda la historia de Dios: Jesucristo, aún siendo de la condición de Dios, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios”. Sino que -explicó- “se despojó de Sí mismo, asumiendo una condición de siervo, hecho semejante a los hombres”. En efecto Cristo “se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de Cruz”. Es tal “el itinerario de la historia de Dios”. ¿Y por qué lo hace?, se preguntó Francisco. La respuesta se encuentra en las palabras de Jesús a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Dios, concluyó el Papa, “realiza este itinerario por Amor; no hay otra explicación”.

La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida (1302-1373) que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

1.Pondré paz en sus familias.
2.Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3.Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4.Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Hijo y a la santificación de sus almas.
5.Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
6.Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7.He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.

VIAJE APOSTÓLICO
DE SAN JUAN PABLO II
A ESLOVAQUIA

CEREMONIA DE BEATIFICACIÓN EN BRATISLAVA

HOMILÍA DE SAN JUAN PABLO II

Domingo 14 de septiembre de 2003

 

1. O Crux, ave spes unica! ¡Salve, oh Cruz, nuestra única esperanza!

En la celebración de esta liturgia dominical, queridos hermanos y hermanas, se nos invita a mirar a la Cruz, el "lugar privilegiado" en el que se nos revela y manifiesta el Amor de Dios. Miraron la Cruz con fe inquebrantable el obispo Basilio Hopko y sor Zdenka Schelingová, a quienes hoy he tenido la alegría de inscribir en el catálogo de los beatos.

En la Cruz se encuentran la miseria del hombre y la Misericordia de Dios. Adorar esta Misericordia ilimitada es para el hombre el único modo de abrirse al misterio que la Cruz revela.

La Cruz está plantada en la tierra y parece hundir sus raíces en la malicia humana, pero se proyecta hacia lo alto, como un índice que apunta al Cielo, un índice que señala la bondad de Dios. Por la Cruz de Cristo ha sido vencido el maligno, ha quedado derrotada la muerte, se nos ha transmitido la vida, se nos ha devuelto la esperanza y nos ha sido comunicada la luz. O Crux, ave spes unica!

2. En nombre del Señor crucificado y resucitado, os saludo con afecto a todos los que os halláis reunidos aquí, en la explanada de Petrzalka:  te saludo a ti, querido hermano Ján Sokol, pastor de esta Iglesia de Bratislava-Trnava que hoy me acoge con júbilo; saludo a tus auxiliares y a todos los obispos de Eslovaquia, en particular al venerado cardenal Ján Chryzostom Korec. Me uno con alegría a la común acción de gracias por el décimo aniversario de la constitución de vuestra Conferencia episcopal.

2. "Como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna" (Jn 3, 14-15), dice Jesús. ¿Qué vemos, por tanto, cuando dirigimos la mirada a la Cruz donde fue clavado Jesús? (cf. Jn 19, 37). Contemplamos el signo del Amor infinito de Dios a la humanidad.

O Crux, ave spes unica! San Pablo habla de ella en la carta a los Filipenses, que acabamos de escuchar. Cristo Jesús no sólo se hizo hombre, semejante en todo a los hombres, sino que también tomó la condición de siervo, y se rebajó ulteriormente, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (cf. Flp 2, 6-8).

Sí, "tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único" (Jn 3, 16). Admiramos, asombrados y agradecidos, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del Amor de Cristo, que supera todo conocimiento (cf. Ef 3, 18-19). O crux, ave spes unica!

4. Ciertamente, la meditación de este misterio grande y admirable sostuvo al beato obispo Basilio Hopko y a la beata sor Zdenka Schelingová al elegir la vida consagrada y, particularmente, en los sufrimientos soportados durante su terrible período de encarcelamiento.

Ambos resplandecen ante nosotros como ejemplos luminosos de fidelidad en tiempos de dura y cruel persecución religiosa:  el obispo Basilio no renegó jamás de su adhesión a la Iglesia católica y al Papa; sor Zdenka no dudó en poner en peligro su vida para ayudar a los ministros de Dios.

Ambos afrontaron un proceso injusto y una condena inicua, las torturas, la humillación, la soledad y la muerte. Así, la Cruz se convirtió para ellos en el camino que los condujo a la vida, fuente de fortaleza y esperanza, prueba de amor a Dios y al hombre. O crux, ave spes unica!

5. En el jardín del Edén, al pie del árbol estaba una mujer, Eva (cf. Gn 3). Seducida por el maligno, se apropia de lo que cree que es la vida divina. En cambio, es un germen de muerte que se introduce en ella (cf. St 1, 15; Rm 6, 23).

En el Calvario, al pie del Árbol de la Cruz, estaba otra Mujer, María (cf. Jn 19, 25-27). Dócil al proyecto de Dios, participa íntimamente en la ofrenda que el Hijo hace de Sí al Padre para la vida del mundo, y, cuando Jesús le encomienda al apóstol san Juan, se convierte en Madre de todos los hombres.

Es la Virgen de los Doloresque mañana recordaremos en la liturgia y que vosotros veneráis con tierna devoción como vuestra patrona. A Ella le encomiendo el presente y el futuro de la Iglesia y de la nación eslovaca, para que crezcan bajo la Cruz de Cristo y sepan descubrir siempre y acoger su mensaje de amor y de salvación.

¡Por el misterio de tu Cruz y de tu Resurrección, sálvanos, oh Señor! Amén.

 

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