"ANGELUS DOMINI"

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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Ave Regina Caelorum

Salve, Reina del Cielo
y Señora de los Ángeles.
Salve raíz, salve puerta,
por  quien la Luz ha brillado en el mundo. Alégrate, Virgen gloriosa, entre todas la más bella. Salve, agraciada Doncella, ruega a Cristo por nosotros.

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO"  

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Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

 Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria
 

Madre, Tu protección va más allá de nuestro entendimiento

¿Quién, después de Tu Hijo, se interesa como Tú en el género humano? ¿Quién nos defiende sin cesar en nuestras tribulaciones? ¿Quién nos libra tan pronto de las tentaciones que nos acosan? ¿Quién toma nuestra defensa para disculparlas en los casos desesperados? En virtud de la fuerza que Tu maternidad te ha concedido ante Tu Hijo, aunque seamos condenados por nuestros pecados y que no nos atrevamos más a mirar hacia el Cielo, Tú por medio de Tus súplicas e intercesión nos salvas del suplicio eterno. Por eso el afligido en Ti se refugia, el que padece la injusticia a Ti recurre, el que está dentro del mal invoca tu asistencia. Todo lo que viene de Ti, Madre de Dios, es maravilloso, todo es más grande que la naturaleza, todo supera nuestra razón y nuestras fuerzas. Tu protección va más allá de nuestro entendimiento.

San Germán de Constantinopla

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Dulzura de los ángeles, Alegría de los afligidos, Abogada de los cristianos, Virgen Madre del Señor, protégeme y sálvame de los sufrimientos eternos.

 María, purísimo incensario de oro, que ha contenido a la Trinidad excelsa: en Ti se ha complacido el Padre, ha habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, cubriéndote con su sombra, Virgen, te ha hecho Madre de Dios.

Tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible y aplasta a nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro del Cielo. Amen.

(Oración de la Liturgia Bizantina)

25 de marzo al 25 de diciembre

 

VIA MATRIS

Contemplación y meditación de los 7 Dolores de la Virgen Santísima

La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida que concedía 7 gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías.

 

 

 

ALÉGRATE MARÍA , EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO Y VIENE A MORAR DENTRO DE TÍ !

 
HOMILÍA DEL PAPA BENEDICTO XVI
 DURANTE LA MISA CELEBRADA EN LA PARROQUIA ROMANA
 DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACIÓN


Domingo 18 de diciembre de 2005

Queridos hermanos y hermanas:

"...La primera palabra que quisiera meditar con vosotros es el saludo del ángel a María. En la traducción española el ángel dice:  "Te saludo, María". Pero la palabra griega original —"Kaire"— significa de por sí "Alégrate". Y aquí hay un primer aspecto sorprendente:  el saludo entre los judíos era "shalom", "paz", mientras que el saludo en el mundo griego era "Kaire", "Alégrate". Es sorprendente que el ángel, al entrar en la casa de María, saludara con el saludo de los griegos:  "Kaire", "Alégrate". Y los griegos, cuando leyeron este Evangelio cuarenta años después, pudieron ver aquí un mensaje importante: pudieron comprender que con el inicio del Nuevo Testamento, al que se refería esta página de San Lucas, se había producido también la apertura al mundo de los pueblos, a la universalidad del Pueblo de Dios, que ya no sólo incluía al pueblo judío, sino también al mundo en su totalidad, a todos los pueblos. En este saludo griego del ángel aparece la nueva universalidad del Reino del verdadero Hijo de David.

Pero conviene destacar, en primer lugar, que las palabras del ángel son la repetición de una promesa profética del libro del profeta Sofonías. Encontramos aquí casi literalmente ese saludo. El profeta Sofonías, inspirado por Dios, dice a Israel:  "Alégrate, Hija de Sión; el Señor está Contigo y viene a morar dentro de Ti" (cf. Sf 3, 14). Sabemos que María conocía bien las Sagradas Escrituras.

Su Magníficat es un tapiz tejido con hilos del Antiguo Testamento. Por eso, podemos tener la seguridad de que la Virgen Santísima comprendió en seguida que estas eran las palabras del profeta Sofonías dirigidas a Israel, a la "Hija de Sión", considerada como morada de Dios.

Y ahora lo sorprendente, lo que hace reflexionar a María, es que esas palabras, dirigidas a todo Israel, se las dirigen de modo particular a Ella, María. Y así entiende con claridad que precisamente Ella es la "Hija de Sión", de la que habló el profeta y que, por consiguiente, el Señor tiene una intención especial para Ella; que Ella está llamada a ser la verdadera morada de Dios, una morada no hecha de piedras, sino de carne viva, de un corazón vivo; que Dios, en realidad, la quiere tomar como su verdadero templo precisamente a Ella, la Virgen. ¡Qué indicación! Y entonces podemos comprender que María comenzó a reflexionar con particular intensidad sobre lo que significaba ese saludo.

Pero detengámonos ahora en la primera palabra: "Alégrate". Es propiamente la primera palabra que resuena en el Nuevo Testamento, porque el anuncio hecho por el ángel a Zacarías sobre el nacimiento de Juan Bautista es una palabra que resuena aún en el umbral entre los dos Testamentos. Sólo con este diálogo, que el ángel Gabriel entabla con María, comienza realmente el Nuevo Testamento. Por tanto, podemos decir que la primera palabra del Nuevo Testamento es una invitación a la alegría:  "Alégrate". El Nuevo Testamento es realmente "Evangelio", "buena noticia" que nos trae alegría. Dios no está lejos de nosotros, no es desconocido ni enigmático. Dios está cerca de nosotros, tan cerca que se hace niño, y podemos tratar de "Tú" a este Dios.

El mundo griego, sobre todo, percibió esta novedad; sintió profundamente esta alegría, porque para ellos no era claro que existiera un Dios bueno, o un Dios malo, o simplemente un Dios. La religión de entonces les hablaba de muchas divinidades; por eso, se sentían rodeados por divinidades muy diversas entre sí, opuestas unas a otras, de modo que debían temer que, si hacían algo en favor de una divinidad, la otra podía ofenderse o vengarse.

Así, vivían en un mundo de miedo, rodeados de demonios peligrosos, sin saber nunca cómo salvarse de esas fuerzas opuestas entre sí. Era un mundo de miedo, un mundo oscuro. Y ahora escuchaban decir:  "Alégrate; esos demonios no son nada; hay un Dios verdadero, y este Dios verdadero es bueno, nos ama, nos conoce, está con nosotros hasta el punto de que se ha hecho carne". Esta es la gran alegría que anuncia el cristianismo. Conocer a este Dios es realmente la "buena noticia", una palabra de redención.

Tal vez a nosotros, los católicos, que lo sabemos desde siempre, ya no nos sorprende; ya no percibimos con fuerza esta alegría liberadora. Pero si miramos al mundo de hoy, donde Dios está ausente, debemos constatar que también el hombre está dominado por los miedos, por las incertidumbres:  ¿es un bien ser hombre, o no?, ¿es un bien vivir, o no? ¿es realmente un bien existir?, ¿o tal vez todo es negativo? Y, en realidad, viven en un mundo oscuro, necesitan anestesias para poder vivir.
 
Así, la palabra: "Alégrate, porque Dios está contigo, está con nosotros", es una palabra que abre realmente un tiempo nuevo. Amadísimos hermanos, con un acto de fe debemos acoger de nuevo y comprender en lo más íntimo del corazón esta palabra liberadora:  "Alégrate".

Esta alegría que hemos recibido no podemos guardarla sólo para nosotros. La alegría se debe compartir siempre. Una alegría se debe comunicar. María corrió inmediatamente a comunicar su alegría a su prima Isabel. Y desde que fue elevada al Cielo distribuye alegrías en todo el mundo; se ha convertido en la gran Consoladora, en nuestra Madre, que comunica alegría, confianza, bondad, y nos invita a distribuir también nosotros la alegría.

Este es el verdadero compromiso del cristiano:  llevar la alegría a los demás (...).  Esta alegría podemos comunicarla de un modo sencillo: con una sonrisa, con un gesto bueno, con una pequeña ayuda, con un perdón. Llevemos esta alegría, y la alegría donada volverá a nosotros. En especial, tratemos de llevar la alegría más profunda, la alegría de haber conocido a Dios en Cristo. Pidamos para que en nuestra vida se transparente esta presencia de la alegría liberadora de Dios.

La segunda palabra que quisiera meditar la pronuncia también el ángel:  "No temas, María", le dice. En realidad, había motivo para temer, porque llevar ahora el peso del mundo sobre Sí, ser la Madre del Rey universal, ser la Madre del Hijo de Dios, constituía un gran peso, un peso muy superior a las fuerzas de un ser humano. Pero el ángel le dice:  "No temas. Sí, Tú llevas a Dios, pero Dios te lleva a Ti. No temas".

Esta palabra, "No temas", seguramente penetró a fondo en el Corazón de María. Nosotros podemos imaginar que en diversas situaciones la Virgen recordaría esta palabra, la volvería a escuchar. En el momento en que Simeón le dice:  "Este Hijo tuyo será un signo de contradicción y una espada te traspasará el Corazón", en ese momento en que podía invadirla el temor, María recuerda la palabra del ángel, vuelve a escuchar su eco en su interior:  "No temas, Dios te lleva".

Luego, cuando durante la vida pública se desencadenan las contradicciones en torno a Jesús, y muchos dicen:  "Está loco", Ella vuelve a escuchar:  "No temas" y sigue adelante. Por último, en el encuentro camino del Calvario, y luego al pie de la Cruz, cuando parece que todo ha acabado, Ella escucha una vez más la palabra del ángel:  "No temas". Y así, con entereza, está al lado de su Hijo moribundo y, sostenida por la fe, va hacia la Resurrección, hacia Pentecostés, hacia la fundación de la nueva familia de la Iglesia.

"No temas". María nos dice esta palabra también a nosotros. Ya he destacado que nuestro mundo actual es un mundo de miedos: miedo a la miseria y a la pobreza, miedo a las enfermedades y a los sufrimientos, miedo a la soledad y a la muerte. En nuestro mundo tenemos un sistema de seguros muy desarrollado:  está bien que existan. Pero sabemos que en el momento del sufrimiento profundo, en el momento de la última soledad, de la muerte, ningún seguro podrá protegernos. El único seguro válido en esos momentos es el que nos viene del Señor, que nos dice también a nosotros:  "No temas, Yo estoy siempre contigo". Podemos caer, pero al final caemos en las manos de Dios, y las manos de Dios son buenas manos.

La  tercera  palabra:  al  final del coloquio, María responde al ángel:  "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". María anticipa así la tercera invocación del Padre nuestro "Hágase tu Voluntad". Dice "sí" a la Voluntad de Dios, una Voluntad aparentemente demasiado grande para un ser humano. María dice "sí" a esta Voluntad divina; entra dentro de esta Voluntad; con un gran "sí" inserta toda su existencia en la Voluntad de Dios, y así abre la puerta del mundo a Dios. Adán y Eva con su "no" a la Voluntad de Dios habían cerrado esta puerta.

"Hágase la Voluntad de Dios": María nos invita a decir también nosotros este "sí", que a veces resulta tan difícil. Sentimos la tentación de preferir nuestra voluntad, pero Ella nos dice: "¡Sé valiente!, di también tú:  "Hágase tu Voluntad"", porque esta Voluntad es buena. Al inicio puede parecer un peso casi insoportable, un yugo que no se puede llevar; pero, en realidad, la Voluntad de Dios no es un peso. La Voluntad de Dios nos da alas para volar muy alto, y así con María también nosotros nos atrevemos a abrir a Dios la puerta de nuestra vida, las puertas de este mundo, diciendo "sí" a su Voluntad, conscientes de que esta Voluntad es el verdadero Bien y nos guía a la verdadera felicidad.

Pidamos a María, la Consoladora, nuestra Madre, la Madre de la Iglesia, que nos dé la valentía de pronunciar este "sí", que nos dé también esta alegría de estar con Dios y nos guíe a su Hijo, a la verdadera Vida. Amén.

Benedicto XVI

 

 

 

LA VENERACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA,

MADRE DEL REDENTOR

La piedad popular a la Santísima Virgen, diversa en sus expresiones y profunda en sus causas, es un hecho eclesial relevante y universal. Brota de la fe y del amor del pueblo de Dios a Cristo, Redentor del género humano, y de la percepción de la misión salvífica que Dios ha confiado a María de Nazaret: La Virgen no es sólo la Madre del Señor y del Salvador, sino también, en el plano de la gracia, la Madre de todos los hombres.

De hecho, los creyentes entendemos fácilmente la relación vital que une al Hijo y a la Madre. Sabemos que el Hijo es Dios y que Ella, la Madre, es también Madre nuestra. Creemos en la santidad inmaculada de la Virgen María, la veneramos como Reina gloriosa en el Cielo, y estamos  seguros de que María, Madre de Misericordia, intercede en nuestro favor, y por tanto imploramos con confianza Su protección. Por ello celebramos con gozo sus fiestas, participamos con gusto en sus procesiones, acudimos en peregrinación a sus Santuarios, nos gusta cantar en su honor, y le presentamos ofrendas votivas. 

"ANGELUS DOMINI"

El Ángelus Domini es la oración tradicional con que los fieles conmemoran el anuncio del ángel Gabriel a María. El Ángelus es, pues, un recuerdo del acontecimiento salvífico por el que, según el designio del Padre, el Verbo, por obra del Espíritu Santo, se hizo hombre en las entrañas de la Virgen María.

La recitación del Ángelus está profundamente arraigada en la piedad del pueblo cristiano y es alentada por el ejemplo de los Romanos Pontífices. En algunos ambientes, las nuevas condiciones de nuestros días no favorecen la recitación del Ángelus, pero en otros muchos las dificultades son menores, por lo cual se debe procurar por todos los medios que se mantenga viva y se difunda esta devota costumbre, sugiriendo al menos la recitación de tres avemarías. La oración del Ángelus, por "su sencilla estructura, su carácter bíblico,... su ritmo casi litúrgico, que santifica diversos momentos de la jornada, su apertura al misterio pascual,... a través de los siglos conserva intacto su valor y su frescura".

"Incluso es deseable que, en algunas ocasiones, sobre todo en las comunidades religiosas, en los santuarios dedicados a la Virgen, durante la celebración de algunos encuentros, el Ángelus Domini... sea solemnizado, por ejemplo, mediante el canto del Avemaría, la proclamación del Evangelio de la Anunciación" y el toque de campanas.

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

V.   El ángel del Señor anunció a María.

R.   Y concibió por obra del Espíritu Santo.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es Contigo. Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

V.   He aquí la esclava del Señor.

R.   Hágase en mí según tu palabra.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es Contigo. Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

V.   El Verbo se hizo carne.

R.   Y habitó entre nosotros.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es Contigo. Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


ORACIÓN A DIOS PADRE MISERICORDIOSO

Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que quienes hemos conocido la Encarnación de tu Hijo, por el anuncio del Ángel, lleguemos, por su Pasión y su Cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.

"REGINA COELI"

       

 "ANGELUS DOMINI"

ORACIONES Y MEDITACIONES SUGERIDAS

 "ANGELUS DOMINI"

 
 
 

.En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

 

.Amén.

 

.Bendito sea Dios que quiso que su Hijo se hiciera hombre en el seno de la Virgen María
 

.A Él la gloria y alabanza por los siglos.

.María, Esclava del Señor, Abogada de gracia y Madre de Misericordia.
 

.Ruega por todos tus hijos y guíalos a la obtención de la alegría eterna.  

 

P.  Hermanos, estamos aquí reunidos en oración para engrandecer a Cristo, que en María Reina nos ha donado a la Madre de todos los vivientes. Es una Reina porque es Madre del Rey de los reyes, y porque ejerce hacia nosotros su realidad como una maternidad.


María Reina es la realización de la palabra evangélica:
“quien se humilla será ensalzado” . Dios, que ha ensalzado a María de Nazaret, mujer humilde, ensalzará también a cuantos, en nuestros días son perseguidos y humillados por su fidelidad al Evangelio.
 

LECTURA DEL EVANGELIO.  

 

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazareth, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está Contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba que querría decir semejante saludo.

 

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y Él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

 

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?”. El ángel le contestó: “El Espíritu santo descenderá sobre Ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo que va a nacer de Ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia. (Lc 1, 26-38)

 

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Cristo vino al mundo de la siguiente manera: estando María, su madre, desposada con José y antes de que vivieran juntos, sucedió que Ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó repudiarla en secreto.

 

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel de Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”.

 

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca de Isaías: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir: Dios-con-nosotros”.

 

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa. Y, sin que él hubiera tenido relaciones con Ella, María dio la luz a un hijo y él le puso por nombre Jesús”. (Mt 1, 18-25)

 

LECTURA DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA.

 

La Anunciación a María inaugura la plenitud de "los tiempos" (Gal 4, 4), es decir el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien habitará "corporalmente la plenitud de la divinidad" (Col 2, 9). La respuesta divina a su "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?" (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu: "El Espíritu Santo vendrá sobre Ti" (Lc 1, 35). (Catecismo de la Iglesia Católica, 484)

La Misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo (cf. Jn 16, 14-15). El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, Él que es "el Señor que da la vida", haciendo que Ella conciba al Hijo Eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya. (Catecismo de la Iglesia Católica, 485)

El Hijo Único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María es "Cristo", es decir, el ungido por el Espíritu Santo (cf. Mt 1, 20; Lc 1, 35), desde el principio de su existencia humana, aunque su manifestación no tuviera lugar sino progresivamente: a los pastores (cf. Lc 2,8-20), a los magos (cf. Mt 2, 1-12), a Juan Bautista (cf. Jn 1, 31-34), a los discípulos (cf. Jn 2, 11). Por tanto, toda la vida de Jesucristo manifestará "cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38).  (Catecismo de la Iglesia Católica, 486)

"Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero para "formarle un cuerpo" (cf. Hb 10, 5) quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a "una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María" (Lc 1, 26-27). El Padre de la Misericordia quiso que el consentimiento de La que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la Encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra Mujer contribuyera a la vida (LG 56; cf. 61). (Catecismo de la Iglesia Católica, 488)

 

MEDITACIÓN SOBRE EL AVE MARÍA

"...Este es el elemento más extenso del Rosario y que a la vez lo convierte en una oración mariana por excelencia. Pero precisamente a la luz del Ave María, bien entendida, es donde se nota con claridad que el carácter Mariano no se opone al Cristológico, sino que más bien lo subraya y lo exalta. En efecto, la primera parte del Ave María, tomada de las palabras dirigidas a María por el ángel Gabriel y por Santa Isabel, es contemplación adorante del misterio que se realiza en la Virgen de Nazaret. Expresan, por así decir, la admiración del Cielo y de la tierra y, en cierto sentido, dejan entrever la complacencia de Dios mismo al ver su obra maestra –la Encarnación del Hijo en el seno virginal de María–, análogamente a la mirada de aprobación del Génesis (cf. Gn 1, 31), aquel «pathos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos». Repetir el Ave María nos acerca a la complacencia de Dios: es júbilo, asombro, reconocimiento del milagro más grande de la historia. Es el cumplimiento de la profecía de María: «Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada» (Lc1, 48).

El centro del Ave María, casi como engarce entre la primera y la segunda parte, es el nombre de Jesús. A veces, en el rezo apresurado, no se percibe este aspecto central y tampoco la relación con el misterio de Cristo que se está contemplando. Pero es precisamente el relieve que se da al nombre de Jesús y a su misterio lo que caracteriza una recitación consciente y fructuosa del Rosario (...) Es una costumbre loable, especialmente en la plegaria pública. Expresa con intensidad la fe Cristológica, aplicada a los diversos momentos de la Vida del Redentor. Es profesión de fe y, al mismo tiempo, ayuda a mantener atenta la meditación, permitiendo vivir la función asimiladora, innata en la repetición del Ave María, respecto al misterio de Cristo. Repetir el nombre de Jesús –el único Nombre del cual podemos esperar la salvación (cf. Hch 4, 12)– junto con el de su Madre Santísima, y como dejando que Ella misma nos lo sugiera, es un modo de asimilación, que aspira a hacernos entrar cada vez más profundamente en la Vida de Cristo.

De la especial relación con Cristo, que hace de María la Madre de Dios, la Theotòkos, deriva, además, la fuerza de la súplica con la que nos dirigimos a Ella en la segunda parte de la oración, confiando a su materna intercesión nuestra vida y la hora de nuestra muerte..."   (Rosarium Virginis Mariae, 33)

 

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

V.   El ángel del Señor anunció a María.

R.   Y concibió por obra del Espíritu Santo.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es Contigo. Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

V.   He aquí la esclava del Señor.

R.   Hágase en mí según tu palabra.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es Contigo. Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

V.   El Verbo se hizo carne.

R.   Y habitó entre nosotros.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es Contigo. Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

ORACIÓN A DIOS PADRE MISERICORDIOSO

Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que quienes hemos conocido la Encarnación de tu Hijo, por el anuncio del Ángel, lleguemos, por su Pasión y su Cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.

 

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